sábado, 29 de agosto de 2009

Anticristo de Von Trier.





Anticristo, la última de Lars Von Trier

Todas las películas de Lars Von Trier, las buenas y las malas, en tanto hechos cinematográficos que cuestionan el cine y la mirada del espectador, resultan interesantes.
Esta es una rara virtud y su mejor cualidad y, “Anticristo”, su última película, cumple las expectativas en este sentido.
Acostumbrado a dar la vuelta a los géneros (thriller, musical, comedia, etc.) ahora le toca al género de terror (que ya había tocado en su serie “The Kingdom”).
La película ha generado una gran polémica sobre su supuesta misoginia y algunas escenas gore que, bien mirado, es irrelevante.
La misoginia está presente en la película, pero como materia o enfoque cinematográfico, del mismo modo que una película sobre exorcismos no significa que su director sea católico y que crea en el diablo.
Las escenas ‘gore’ son más bien escasas y, por desagradables que parezcan, están perfectamente justificadas en el desarrollo de la trama. Cualquier película de terror o de guerra actuales contiene muchas más sangre y vísceras y nadie se escandaliza.
No es un secreto -pues Lars von Trier lo ha declarado- que la película es una suerte de terapia creativa para salir de una depresión, utilizando temas que le inquietaban desde su juventud: la naturaleza, la mujer, la culpa, etc. No obstante, su terapia no le resta valor cinematográfico, ya que ha sabido utilizar sus terrores particulares para montar una digna incursión del género, a su manera.
Ha utilizado dos estilos diferentes para componer esa visión. Una, realista y más o menos ‘dogmática’, para contar la vida de los personajes y, otra, dominado por una preciosista fotografía azulada en cámara lenta, para las escenas oníricas. Dos planos existenciales y cinematográficos entreverados con gran originalidad.
La mezcla del drama psicológico en plan bergmaniano y el terror resulta también muy sugerente. Una pareja que, tras un trauma familiar, abre las tripas de su relación para acabar en una violencia desaforada, es un enfoque que, más allá de su barniz intelectual, resulta absolutamente actual.
Por otra parte, la autoidentificación de la mujer con la brujería y la naturaleza en el contexto de la violencia de género también resulta inquietante. Pudiera pasar una crítica de cierto feminismo aliado al fenómeno neopagano wicca, si no entendemos que es una exploración cinematográfica que pone el dedo en la llaga.
Trier puede parecer un misógino pero se muestra mas bien como un misántropo, ya que ambos protagonistas, manejados como títeres, salen malparados: una loca creyente en el Ginocidio y la brujería y un bodoque racionalista que esconde un asesino. Ambos, supuestamente, son Trier, somos cualquiera, y estamos provocando una suerte de guerra de género simbólica de nefastas consecuencias.
Solo desde una lectura superficial parece una película políticamente incorrecta y solo desde una interpretación más detenida y profunda se muestra como una película sincera y valiente.
La parte que tiene de provocación deliberada, menos en la película que en el auto-marketing del director, tampoco entorpece su visión, ya que en Trier, ese ingrediente forma parte de sus películas-manifiesto.
La película dentro de su tétrica solemnidad esconde un sofisticado humor negro sobre las relaciones de pareja y sobre ciertas técnicas terapéuticas, a las que ridiculiza, apostando de manera soterrada por la curación creativa.
Quizá se le pueda reprochar cierto simplismo psicoanalítico, como en la “escena primaria” del comienzo y otras metáforas sexuales, pero a una película provocadora quizá no podemos pedirle otra cosa.
Las interpretaciones de la pajera protagonista son correctas, destacando la de Charlotte Gainsbourg, por su entrega y convicción.
El único reproche general que se le podría hacer a la película es que en su esfuerzo por revisar el género, alterándolo, el desarrollo de la trama sea algo elemental y que la gradación del terror sea algo tosca y precipitada. Aunque la atmósfera de misterio preside la película, le falta algo básico en el terror, la transición gradual -el crescendo- de la normalidad a la anormalidad. Desde el primer momento es una película de atmósfera fría (azulada) y no hay empatía con los personajes. Por ello la película más que terrorífica resulta (perturbadoramente) extraña y se queda a medio camino como revisión del género.
Todas las películas de Lars Von Trier, las buenas y las malas, aunque no estemos de acuerdo con su enfoque o temática, resultan estimulantes. Algunas apasionan y otras incomodan. “Anticristo” quizá no a apsiona ni resulta tan certera como otras del director pero su gran acierto es que incomoda radicalmente, como debiera hacer el cine con más frecuencia.

Si os animáis a ver la película, enviadnos vuestros comentarios.

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