martes, 12 de mayo de 2009

“Contemporany 09” en Ciudadela de Iruñea


viva fidel zombie de eugenio merino


“Contemporany 09” en Ciudadela de Iruñea

CHISTES, ESTRATEGIAS Y VIDEOS

“Estrategias fotográficas en el arte”, “La comunidad desobrada” y “P.A.L”; tres exposiciones simultáneas y coordinadas, junto con un intenso programa pedagógico, pretenden acercar el arte contemporáneo a una ciudad que necesita actuaciones para el futuro. Hasta el 31 de mayo.

Iñaki ARZOZ

Tres exposiciones colectivas de arte contemporáneo en Iruñea y bajo un concepto unitario, representan una iniciativa que, en principio, hay que saludar positivamente. Y más, si vienen, como es el caso, acompañadas por un programa de conferencias de los comisarios, encuentros con los artistas y visitas guiadas. Este es el enfoque que necesita el depauperado arte contemporáneo en Nafarroa: un acercamiento sistemático –pedagógico incluso- a la ciudad, para suturar el desencuentro que parece haberse instalado entre artistas y público (en el fondo, entre arte contemporáneo e instituciones) y que, aunque no es exclusivo de Nafarroa, aquí parece más persistente. Si este planteamiento tiene, como parece, continuidad, puede convertirse en una piedra de toque para comenzar a normalizar la situación.
“Estrategias fotográficas en el arte”, a pesar de lo manifestado por el propio comisario, el pintor Pedro Salaberri, es una indagación sobre la utilización de la fotografía en el arte contemporáneo en Navarra. Lo cual no le resta mérito alguno, ya que se aprecia un nivel homologable al de cualquier otra comunidad. La muestra, si bien no es exhaustiva, sí es lo suficientemente extensa y variada en cuanto a conceptos, técnicas y generaciones como para ser representativa. Lo único que parece unir a esta diversidad de estrategias fotográficas es la mirada cómplice, resabiada y erudita sobre la propia fotografía y/o el arte a través de la fotografía. A excepción de los collages digitales intensamente pictóricos de Xabier Idoate y los bodegones más convencionalmente fotográficos de Chema Gil, el resto de artistas apuestan por documentar las perplejidades de la imagen contemporánea. Así, Carlos Cánovas fotografía exposiciones de otros fotógrafos, Nerea de Diego se retrata a lo Friedrich, Miren Doiz reconvierte -pintándolo- un autobús en estudio, Verónica Eguaras simula fantasmas, Carlos Irijalba transfigura la naturaleza con iluminaciones nocturnas, Jorge Martínez Huarte cuestiona el lugar de la información, Javier Muro ironiza sobre el tamaño de la realidad, Gonzalo Nicuesa distorsiona digitalmente la ciudad, Paco Polán revisa lo accidental en la historia de la arquitectura y Dick Rekalde nos redescubre los lugares del arte.
Una buena muestra sobre un área fundamental del lenguaje contemporáneo que si se identificara sin complejos como ‘navarra’ y acogiera los eslabones perdidos que le faltan, nos revelaría todas las claves de la estrategia fotográfica del arte actual.
“La comunidad desobrada”, comisariada por José Luis Corazón Ardura, es una muestra apreciable pero algo desigual, con obras de indudable interés, algunas espigadas de la producción reciente de ARCO. No obstante, el sugerente concepto que la sostiene -obtenido de una discusión entre Jean-Luc Nancy y Blanchot- sobre la ‘comunidad de los que no tienen comunidad’, no justifica cierto exceso de heterogeneidad. La presencia de humoradas conceptuales choca con obras que derivan de un discurso más profundo. Las instalaciones de Josechu Dávila, Rogelio López Cuenca, Javier Núñez Gasco, Domingo Sánchez Blanco o Cuco Suárez frente a las de Democracia, Teresa Margolles, PSJM, Carlos Rodríguez-Méndez, Avelino Sala o Santiago Sierra. Una línea tan sutil como ambigua delimita la pura broma del ingenio crítico, aunque ambos se pretendan igualmente provocadores. Mención aparte merecen, por su espectacular factura, el muñegote de silicona del Fidel zombi pergeñado por Eugenio Merino y la serie fotográfica de Miguel Pueyo de un agente de los cuerpos especiales en el salón de te de Doña María Luisa Florentina; ambos son chistes artísticos, uno burdo y otro sofisticado, que aunque divertirán al público, desequilibran la exposición.
Por último, en este registro contemporáneo no podía faltar una incursión en el vídeo, en la exhibición “P.A.L.”, comisariada por Miguel Angel Fuentes Torres, con obras de Judas Arrieta, Mariana Vassileva, Johanna Domke, Ignacio Uriarte, José Medina Galeote, Reynolds & Jolley, Paul Ekaitz y Rui Calçada Bastos. Lamentablemente, al situarse en el espacio poco adecuado del Horno, se obliga al espectador a seguir un programa de proyecciones, sin poder apreciar el conjunto como exposición videográfica.
La irrupción del concepto “contemporany”, con su deliberada indefinición divulgativa, en el páramo navarro (una vez clausurado el Centro de arte de Uharte), parece postularse -quizá sin preverlo- como un ejemplo de actuación del reciente “Plan global de fomento y desarrollo del arte contemporáneo en Navarra”. Un plan que propone relanzar Ciudadela (junto con la sala Muralla de Baluarte) como centro de exhibición del arte contemporáneo en la capital. Si es así, bienvenido sea, pero si solo pretende ser un globo sonda de la campaña “Pamplona 2016. Capital Europea de la Cultura”, para marcar el límite de las actuaciones previstas, puede resultar en un pretencioso fiasco. Ciudadela, si como parece no se construye un centro específico dedicado al arte contemporáneo, puede cumplir una excelente función si es ampliada, habilitada y dirigida por una línea clara y sostenida de acuerdo a los criterios de ‘buenas prácticas’ museísticas y curatoriales. Nos apenaría ver un espacio con tantas posibilidades convertido de precario espacio municipal en apañado cortijo contemporáneo, vetando de manera definitiva una visión completa y rigurosa del arte contemporáneo en Nafarroa.

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