miércoles, 14 de octubre de 2009

AGORA.


Agora: un peplum políticamente correcto

Lamentablemente, no podemos proponer una cinta fantástica, de terror o ciencia ficción como peli de la semana. No todos podemos estar en Sitges, como desearíamos, sino trabajando…
Pero a cambio os traemos un estreno jugoso, la tan esperada “Agora” de Alejandro Amenábar, el primer peplum internacional del cine español.
Los cuchillos estaban bien afilados pero… la historia de Hipatia, la filósofa alejandrina, es un dechado de corrección cinematográfica y, sobre todo, política.
Resulta difícil criticarla cuando ataca el fanatismo religioso y la pusilanimidad política a la hora de atajarlo o cuando nos presenta a una protagonista tan sabia y casta como Rachel Weisz, que parece diseñada por el Ministerio de Igualdad.
La factura de la producción resulta bastante convincente en cuanto a decorados, trajes, fotografía, incluso (más o menos) interpretaciones, etc., por lo que las objeciones han venido por otra parte. A saber: la falta de rigor histórico respecto a la biografía de Hipatia o los descubrimientos científicos. No obstante, podemos disculpar el pastiche histórico ya que es una película y no un ensayo histórico, y resulta conveniente que Hipatia muera joven, que asistiera a la definitiva destrucción de la biblioteca antes de tiempo y que descubriera las órbitas elípticas de los planetas… en fin, pelillos a la mar en aras del espectáculo; sabemos tan poco de la filósofa que un poco de fantasía no hace daño.
Las críticas más serias vienen del aspecto puramente cinematográfico, de ese propósito de Amenábar de hacer de la corrección virtud. Así, el tratamiento académico de la planificación, los excesos pedagógicos del guión, el abuso de las grúas, tomas cenitales y cósmicas o la caracterización de ciertos personajes (los parabolanos como talibanes), etc. hacen que la película se quede en una superficial ilustración del conflicto ciencia-religión. Esto es, el problema de la mayoría de este tipo de bienintencionadas producciones históricas, realizadas desde ese punto de vista contemporáneo que simula comprender las interioridades de un pasado complejo, vamos, con el rigor del “Muy Interesante” .
Todo ello contribuye a que la película -dirigida a masajear el gusto y las buena conciencia del gran público- se quede en una visión fría, didáctica y maniquea de Hipatia y del mundo antiguo que entretiene pero no apasiona.
Otra oportunidad perdida también para, en vez de entronizar un nuevo santo laico, mostrar también el fanatismo de la ciencia y los científicos como la fe triunfante que nos está llevando al desastre. Hipatia, convertida en mártir del librepensamiento o la paradoja de defender la razón utilizando el modelo sacrificial propio de una superproducción bíblica…

Pero no seremos nosotros los que hagamos leña del Amenábar de “Agora”, un digno director español de pelis de terror; la sobrevalorada “Tesis”, la envejecida “Abre los ojos”, la resultona “Los otros”…


Para esta labor ya tenemos al crítico de cine Jordi Costa que con el dibujante Dario Adanto acaba de publicar el cómic “Mis problemas con Amenábar”, que fue saliendo por entregas en “Mondo Brutto”.
Os dejamos con sus particulares opiniones sobre este geniecillo del cine español cuyo valor, más a allá de las puyas contra el director, es el hilarante retrato que hace de cierto cine español actual como impostura:

“Las opiniones más consensuadas sobre Amenábar son, esencialmente, dos: a) es muy buen chico y b) su genio es irrefutable. Por tanto, dedicar cuarenta y cuatro páginas de historieta al escarnio de su figura está condenado a ser un acto tan impopular como propinarle una bofetada, porque sí, a un niño escogido al azar en un parque infantil”.




“Amenábar es una punta de iceberg, el pretexto para explicar algo más grande. El director de “Tesis” responde a la definición de monstruo que formula, por ejemplo, una película como “La bestia del reino” de Terry Gilliam: una creación colectiva orientada a impulsar y mantener un determinado status quo. Y ese estado de la cuestión es el auténtico tema de “Mis problemas con Amenábar”, la forja, consagración y propagación vírica de un modelo cinematográfico basado en el simulacro de talento, la competencia técnica y la asfixia de lo dionisiaco. O sea que este acto impropio de un crítico de cine –atacar de frente a un emblema de lo irreprochable y reconocer, para más inri, que lo suyo es personal– no deja de ser, en el fondo, una prolongación de su oficio como crítico de cine.”

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