lunes, 7 de marzo de 2011

Cisne negro: la locura del arte.




“Cisne negro”, la última película Darren Aronofsky, es una nueva exploración sobre un tema querido por el director: la locura creativa. Una vuelta de tuerca en el mundo de la danza sobre una recurrente fascinación (probablemente de origen autobiográfico) que ya nos mostró en “Pi” o “El luchador”.

En este caso, la búsqueda de la perfección artística se presenta como el reconocimiento de la parte oscura de todo creador, pero mezclada de manera un tanto confusa con una espesa historia psicoanalítica sobre la madre, la sexualidad y los celos artísticos.

La película ha sido alabada especialmente por la interpretación de la actriz Natalie Portman, que ha conseguido la consagración del Oscar, pero también ha sido criticada por los excesos fantásticos de su tramo final.

Aunque es cierto que al argumento le sobran los apuntes fantásticos y le perjudica la arbitrariedad de los puntos de vista (por no hablar de su visión de la esquizofrenia), su problema es que no quiere reconocer -como la protagonista- su parte oscura: que en realidad es una película de pura serie B fantástica, disfrazada de producción convencional… Con otra actriz con menos glamour y algunos efectos especiales más, hubiera pasado directamente a Sitges.

Por ello “Cisne negro” es una película tan atractiva como fallida; hemos perdido una retrato sobre el exigente camino del arte y a cambio hemos ganado un competente pseudo-fantástico comercial.



Para los enemigos de la danza clásica y los amantes del cine fantástico.

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