domingo, 26 de abril de 2009

VOCES DE GAIA por IÑAKI ARZOZ


Fotos: j. bergasa

Exposición y ciclo sobre arte y naturaleza en Uharte

VOCES DE GAIA

La exposición del ciclo “GAIAk. Arte y naturaleza” de la Fundación Buldain de Uharte nos muestra a través de la obras de once artistas la diversidad de miradas del arte contemporáneo sobre la una naturaleza en crisis y redefine la percepción de nuestra ambiguo papel como sus guardianes. La exposición permanecerá abierta hasta el 18 de junio.

Iñaki ARZOZ

Los txalapartaris de UTT comienzan a tocar en una mañana luminosa, convocando al numeroso público que ha acudido a la Fundación Buldain de Uharte. A continuación dos jóvenes y fibrosos aizkolaris de Leitza -los hermanos Saralegi- comienzan el corte de veinte troncos de chopo y durante media hora solo se escucha el rítmico golpe del hacha. Cuando acaba el corte, las astillas y los troncos seccionados son pintados por el público con vivos colores. Suena un toque lento de txalaparta y cada participante coloca su astilla costumizada en torno al grueso castaño del jardín… No es un rito neopagano, sino “Zura Lurra” la acción inaugural del ciclo “GAIAk. Arte y naturaleza”, organizada por los artistas Patxi Aldunate y Alfredo Murillo, como ofrenda a Ama lur y homenaje a la cultura vernácula del bosque, cuando nuestros antepasados, antes de cortar un árbol, pronunciaban la fórmula tradicional: “Guk bota egingo zaitugu eta barka iezaguzu”.
El núcleo del ciclo es una exposición de once artistas vascos en torno a Gaia, en su doble faceta de diosa de la tierra y nombre de la teoría científica de James Lovelock. Dos generaciones de creadores que indagan sobre esta diosa destronada en la era del cambio climático y del laboratorio transgénico. No hay paisajistas tradicionales, solo exploradores del problemático concepto de naturaleza utilizando los nuevos lenguajes del arte contemporáneo.
En la primera planta nos recibe la instalación sobre “lo agreste” de Leopoldo Ferrán y Agustina Otero, unas viejas puertas desconchadas a las que les han crecido cuernos de ciervo, al lado de una suerte de gran serpiente de aluminio fundido que recorre la blanca pared proyectando sombras inquietantes. En la misma sala, “Hurrengo elurte urte” de Jabier Moreno, una caja de luz con la silueta de una mano manchada de rojo sobre la nieve sugiere la presencia chamánica de Oteiza. El espectacular vídeo de Carlos Irijalba “Twilight” muestra el proceso de instalación de la torre de luz de un estadio de fútbol, en pleno bosque, para deslumbrar la noche. En la sala contigua, Gentz del Valle nos acerca a la naturaleza interior, en “Selfspring (refugio)”, el dibujo de una mujer enramada velado por una gasa y conectado a herméticos objetos y en el enigmático “Autorretrato salvaje (umbral de vuelo)”, compuesto por vidrios impresionados con manchas globulares enmarcados por plumas de pájaro. En la última sala, María Jiménez despliega su “Manto de Gaia”, una tela parda tensada en paredes y suelo que por un lado muestra los cráteres de una tierra seca y por otro descuelga flores rojas tejidas con ganchillo. En la penumbra, “Fotogrametría VIII” el modelo matemático deconstruido por Patxi Alda de un tronco junto a la proyección de una red móvil de nodos que representa el movimiento de un árbol agitado por el viento. En la planta baja, dos inverosímiles fotografías de Pedro Marco de sus instalaciones efímeras surgiendo del agua de un pantano o clavada en la nieve. Por último, “Morada del aire”, la delicadísima filigrana de María Cueto, tejida con pétalos secos de Nigella Orientalis, parece flotar en el aire.
Gaia hace tiempo que dejó de ser un paraíso terrenal y se convirtió en el ecosistema en crisis que reformula su relación con sus guardianes convertidos en destructores. Así, la muestra se percibe como un bosque de extraños artefactos biotecnológicos, en la que los espacios entre las instalaciones, respiran como claros y líneas de fuga. No hay una única voz sin embargo, sino una diversidad de susurros en torno a Gaiak, las diosas o las materias (gaiak, en euskera), como llamadas tentativas a la conciliación con esa oscura y poderosa dama del bosque.
La exposición se complementa con un variado programa de actividades que revelan el complejo perfil de Gaia en nuestro entorno. Conferencias sobre land art como “El mapa no es el territorio” impartida por Jabier Moreno y Xabier Laka, la presentación del emblemático CDAN (Centro de Arte y Naturaleza de Huesca), la aproximación de Iñaki Barcena a las “Paradojas entre ecologismo y ecología” o la visión de los arqueólogos Xabier Peñalver y Sonia San José y el fotógrafo Xabi Otero sobre el polémico caso de la cueva de Praileaitz I. También habrá un hueco para el libro que entrelaza arte y naturaleza en la conferencias de Serafín Serafín, director de Laetoli y editor de Lovelock, “Divulgando sobre Gaia”, y un “Paseo por un bosque narrativo” hacia Thoreau de la mano del escritor y crítico Roberto Valencia. El remate lo pone la proyección de “Encuentros al final del mundo” de Werner Herzog y una muestra de vídeoarte gallego con “París 1” de Oliver Laxe, “Os señores do vento” de Xurxo González y “O cazador” de Angel Santos.
El arte de la naturaleza ha sufrido una vertiginosa evolución desde el paisajismo tradicional hasta el earthwork de los 60 y las visiones tecnológicas más recientes, quizá hacia un mayor compromiso y cercanía con el activismo ecologista.
Al concluir la acción inaugural, en el interior de la Fundación, junto al pasquín que la anunciaba con gruesa tipografía y estética de terror “Zura Lurra: acción artivista con aizkolaris”, artistas y txalapartaris depositan un tronco herido de colores y algunas astillas pintadas. Esperamos que esta ofrenda inaugural no quede como leña simbólica para el fuego del arte sino como el pequeño testimonio de cómo el arte empieza a devolver a Gaia los dones recibidos.

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