lunes, 28 de septiembre de 2009

Reinauguración del Centro de arte contemporáneo de Uharte. Una crítica.


fotografia de D.N.
RETORNO A UHARTE

El Centro de Arte Contemporáneo de Uharte da inicio a su temporada con una serie de muestras de artistas navarros que estará abierta al público hasta el 31 de octubre.
A pesar de la incertidumbre sobre su futuro inmediato como infraestructura cultural dependiente del Gobierno de Nafarroa, presenta una programación compacta y coherente.

Iñaki ARZOZ

Con una cierta sensación de déjà vu acudimos a la tercera reinauguración (provisional) del Centro de arte contemporáneo de Uharte. Una vez que Enrique Ordóñez ha acabado su breve y polémica etapa de gestión, entramos en una zona de transición que no acaba de despejar su horizonte. Al día de hoy, al parecer por problemas burocráticos, el Gobierno de Nafarroa no ha formado nuevo patronato ni nombrado director, ni tenemos idea sobre el enfoque de la programación de este curso, más allá de este bloque inicial, un fleco del curso pasado. Tampoco sabemos si van a aplicarse las recomendaciones del “Plan de arte” que reestructuraría todo el sector.
El futuro del centro se ha convertido en un persistente incógnita que, obviamente, no le beneficia en absoluto.

No obstante, la programación que se presenta, en cierta medida debida a estas circunstancias, muestra una línea posibilista que debiera ser explorada. Exponen seis artistas navarros, cuatro de ellos ganadores de becas de ayuda a la creación 2008, cuya juventud ha superado la ‘fase emergente’ para consolidarse en un trabajo sólido e innovador. Curiosamente, la disponibilidad de espacios y recursos -al haber desaparecido la onerosa programación internacional que era el punto fuerte de la gestión anterior- se ha posibilitado que estos artistas expongan en unas condiciones si no ideales, manifiestamente mejores que en la etapa anterior. Ya no han de limitarse al ‘reducto juvenil’ de la sala Plataforma; se despliegan generosamente por los amplias salas del centro y se pueden permitir más recursos propios de un montaje profesional. Gracias a esta oportunidad, este conjunto de jóvenes artistas navarros demuestra, que el arte en Nafarroa tiene un alto nivel de calidad, como para ser acogido en cualquier espacio de arte contemporáneo. Lo cual confirma a su vez que el núcleo de una programación sostenible para un centro de estas características puede ser diseñado desde aquí y a partir de nuestro entorno. A fin de cuentas, un enfoque más realista y coherente, que ya había sido sugerido por los proyectos al concurso de gestión del Centro de Huarte que en su día fueron desestimados frente al de Ordóñez.

La muestra comienza, muy oportunamente, con la instalación en la planta baja de un gran mural de Alfredo Murillo formado por catálogos y publicaciones artísticas sobre el que se ha pintado con pintura blanca la frase “Abuse of art comes as no surprise”. El reciclaje irónico del aforismo de Jenny Holzer -que cambia “power” por “art”- parece dirigirse, en una primera lectura, contra el abuso de la interpretación textual del arte y, en una segunda lectura (más perversa), a ese mendicante artista navarro, siempre a la busca del mítico catálogo que consolidará su reconocimiento (hasta que acaba en la basura).

En la primera planta destacan dos poderosas visiones de la naturaleza que recientemente compartieron espacio en la muestra “GAIAk. Arte y naturaleza”, en la Fundación Buldain. La exposición “GENOMA 0110010” de Patxi Alda presenta una apuesta radical por la refundación del género paisajístico desde el tecnopaisaje: nueve moldes de troncos de encina, recreados mediante fotogrametría digital, acompañados por un par de proyecciones sobre los procesos de construcción/desconstrucción orgánica y sobre el concepto de movimiento. Una de las visiones más rigurosas del nuevo paisajismo.

“Bosque”, la espectacular instalación de María Jiménez, recrea una suerte de bosque fantástico a través de coloristas y blandos embudos que, tejidos con ganchillo, cuelgan del techo. Turbadora escenografía artesanal, cuyas gigantescas floraciones simulan la esencia transgénica de una futura era paleozoica.

Por su parte, Fermín Jiménez Landa en “Ahora todos los chicos están llorando” cuestiona la mirada del turista sobre la Grecia contemporánea a través de una sutil y paródica instalación sobre la Rebétika, subcultura musical urbana surgida en los años 30.
En la segunda planta, el gran espacio principal del centro está dedicado a las proyecciones interactivas de Patxi Araujo que, bajo el título “Las lágrimas de Alicia”, ofrece la apasionante progresión de la visión más innovadora del tecnoarte vasco, que también podemos ver actualmente en “Tabacalera suena”. Como ya es su costumbre se sucederán las proyecciones a lo largo de la exposición, empezando por “Hortzmuga den Hartan”, un cambiante oleaje de líneas electrónicas modificadas por el espectador.

Nerea de Diego, en la tercera planta, en su delicado montaje “Algo sucede ahí fuera” despliega una intensa mirada romántica en su recreación de la atmósfera invernal de la muerte, especialmente, a través de proyecciones de cementerios en las que se integran, en pleno vuelo, cuervos dibujados.

Una equilibrada combinación de instalaciones objetuales y proyecciones con un atractivo perfil contemporáneo del arte navarro, al cual se podrían ir incorporando aportaciones foráneas.
Por último señalar que es una pena que en el nuevo formato de catálogos individuales (con fotos de Luis Azanza que recrean con gran acierto la intimidad del proceso de montaje de las exposiciones), los textos aparezcan únicamente en una versión bilingüe en castellano e inglés, marginando al euskara.
Esperemos que poco a poco se vayan considerando estos detalles y que el buen sabor que nos ha dejado esta primera programación tenga continuidad en un centro definitivamente consolidado.

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