La última entrega de la serie Batman
firmada por Christopher Nolan ha supuesto un digno final pero también una
pequeña decepción.
Tras la segunda entrega –la mejor de
la serie, en la que el cine de superhéroes se hace adulto- el director nos
ofrece una larga cinta que no desmerece de la anterior pero que tampoco ofrece
más y por lo tanto resulta inferior…
Todos los apartados técnicos son
sobresalientes, menos el guion, que presenta un atractivo planteamiento pero se
resuelve mal, sin sentido dramatico ni imaginación. La rebelión de los malvados
–los aliados del caos- para dominar Gothan City, nos trae ecos de Occupy Wall
Street, al que se convierte en el nuevo enemigo imaginario. Por el contrario,
Batman se convierte en el oscuro representante del orden, al mando de un
ejército de policías. En fin, lecturas pseudopolíticas que no interesarán al
espectador pero que desequilibran la narración simbólicamente.
En el apartado interpretativo, al
aluvión de viejas glorias que cumplen con su papel hay que añadir a Anne
Hathaway como la mejor Catwoman hasta la fecha y especialmente al desconocido
Tom Hardy que impresiona como el villano enmascarado ‘Bane’, el cual se come
literalmente a Batman/Christian Bale. Lástima que en sintonía con el apresurado
y convencional cierre de la historia, se deseche un gran final para este
personaje…
La arquitectura de Nolan, un tanto
grandilocuente desde “Origen”, mantiene el interés pero su apuesta final se
muestra inusualmente contenida y conservadora, renunciando al crescendo
–sustituido por un tonto happy end- y al aura subversiva de la serie y el
personaje…
Para los aficionados al cine de
superhéroes adulto…